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REPUBLICA ARGENTINA

lunes, 2 de mayo de 2011

LATENCIA INSTITUCIONAL - El comunicador en el “campo institucional” Intervenciones


Autor: Flavio J. Peresson

De las posiciones iniciales

Esta propuesta intenta indagar acerca de las relaciones que se establecen entre un comunicador y la institución, en tanto el comunicador se dispone a llevar adelante una actividad específica en la misma.

Parimos de considerar al comunicador como un especialista, que por lo tanto es alguien que está equipado con diferentes saberes, que es convocado por una demanda a intervenir en una institución con el fin de responder y aportar en relación a algunas dificultades o carencias que una institución tiene en el manejo de lo comunicacional.

De esta manera buscamos destacar que el comunicador al no pertenecer a la institución, y que por lo tanto no forma parte de su estructura de personal estable, se va a posicionar desde una doble perspectiva: primero operando desde la exterioridad como alguien que no está implicado en la trama institucional, y segundo operando desde la interioridad en la cual va a ser implicado en la trama institucional.

Este pasaje del exterior al interior afecta al propio comunicador como a la propia institución, en este sentido deberíamos corregir algo del primer enunciado, o al menos agregar una parte al mismo, diríamos entonces que se trata de indagar acerca de las relaciones entre el comunicador y la institución, como así también tenemos que tener en cuenta las relaciones que se ponen en juego desde la institución hacia el comunicador.

Las relaciones del comunicador con la institución se centran primariamente en analizar y resolver la demanda. Acá se pone en marcha un proceso predominantemente técnico que apunta a responder, mediante la elaboración de un producto, un pedido específico. En este punto el comunicador pone en movimiento todo su saber, toda su experiencia profesional, con el fin de resolver técnicamente el problema que se le plantea. Pero también decíamos que la institución va a poner/se ella misma en juego frente al comunicador, en este caso nos referimos al conjunto de relaciones que los actores institucionales mantienen entre sí y con las reglas, normas y tareas institucionales, lo que podríamos designar como su particular trama vincular. Esta explicación sobre lo que podemos llamar la vida interna de una institución nos lleva a destacar otra situación muy precisa: el especialista va a quedar incluido en alguno de los lugares de esa trama vincular. De esta manera el comunicador queda configurado desde una doble significación: es un representante del saber técnico y al mismo tiempo es soporte de las transferencias institucionales.

Esto nos lleva a proponer que consideremos a esta relación como un nuevo vínculo que se pone en movimiento en un proceso que caracterizamos como una instancia de pasaje, el comunicador pasa por la institución y la afecta, y la institución pasa por el comunicador y también lo afecta.

Concebir el trabajo del comunicador en una institución como una intervención y a la misma como instancia de pasaje que se desarrolla en el campo institucional, nos permite ver como la presencia del comunicador en la institución afecta a la misma al punto de poner en movimiento escenas conflictivas, supuestos fantasmáticos, conductas estereotipadas. Digamos que el comunicador se transforma (podríamos decir que a pesar suyo) en un disparador y receptor de una serie de componentes institucionales que están mas allá de lo específicamente demandado, pero que tienen la particularidad de poder interferir a la demanda. Estas interferencias, si logran ser detectadas y esclarecidas dejan de ser un obstáculo para la tarea profesional y pueden posibilitar ver con mayor claridad la trama vincular institucional, algo que va a permitir ubicar a la demanda en una dimensión institucional mas real. René Lourau rescata, en su libro "Libertad de movimientos", un fragmento de M. Bajtin donde este destaca el papel de las interferencias: "Es importante que este mundo de risa esté constantemente abierto por nuevas interferencias. La noción tradicional, habitual, de un conjunto, en el cual cada elemento no recibe su sentido mas que relatado por este conjunto, debe ser reconsiderada en profundidad. En efecto, cada uno de los elementos  es al mismo tiempo el representante de otro conjunto que de antemano le dá su significación."

Planteadas así las cosas vemos que es posible que se abran dos dimensiones frente al especialista, una es la de los enunciados manifiestos, que son aquellos que van a dar forma a un contrato o acuerdo en el cual lo predominante es la tarea de construir una respuesta a lo demandado, y por otro lado va aparecer la dimensión de la trama vincular latente que son los supuestos fantasmáticos de la historia subjetiva institucional y sus puntos de fijeza actuales.

Llamamos supuestos fantasmáticos de la historia subjetiva institucional a la particular manera de anudarse que tienen todos aquellos sujetos que comparten una tarea, en donde los mismos se vinculan unos con otros a partir de la estructura fantasmática y libidinal que cada uno pone en juego. Así el anudamiento es la estructura grupal, que a la manera de un cliché, repite posiciones cristalizadas, organizadores fantasmáticos, y objetos libidinizados.

Entonces es probable que se activen o se pongan en marcha algunos supuestos fantasmáticos que desde la latencia se presenten en el campo de lo manifiesto, o que ingresan al campo de lo manifiesto, mediante la vía de lo sintomático.
           
Se trata entonces de prestarle atención a algunas manifestaciones que se pueden presentar con el signo de lo problematizador dado que las mismas pueden ser verdaderos rasgos institucionales, que desde cierta negatividad encuentran su modo de presentación.

La presentación de rasgos institucionales mediante lo sintomático puede ser “sentida” o “leída” como interferencias a la labor profesional, como resistencias tanto a la tarea como al agente que la lleva a cabo. Por eso nos interesa insistir en este aspecto: el comunicador no solo se va a encontrar con una demanda explicitada, manifiesta, sino que también se va a encontrar con una gama de comportamientos que poco pueden tener que ver con aquello que se ha formulado en la demanda. Es en este sentido que nos interesa ver y analizar la intervención institucional del comunicador como una instancia de pasaje, en el cual la exterioridad y la temporalidad del mismo propicia el desencadenamiento de algunos rasgos de la estructura de relaciones que los individuos y los grupos vienen manteniendo con (en) la institución.

Esto nos lleva a replantear lo dicho un poco mas arriba, en el sentido que toda demanda que formula una institución, (que termina por introducir a un especialista en la misma), en tanto es una solicitud a alguien de algo que la institución no tiene, en la medida que el comunicador-interventor entra, mira, analiza y propone, termina generando y desencadenando síntomas que representan a las relaciones libidinales y fantasmáticas que caracterizan y particularizan a una institución. Estos síntomas necesitan ser considerados e interpretados por que desde su negatividad dicen algo más de lo que se encuentra en lo manifiesto, o muestran algo diferente acerca de lo que fue presentado en la demanda. 

Cual es la importancia de la consideración que estamos planteando, dado que se podría decir que el tema para el comunicador se resuelve en tanto le devuelva a lo formulado en la demanda un buen producto técnico, ya se trate de un diagnostico o de un plan comunicacional. Es cierto que podría pensarse que ha concluido la intervención, dado que la respuesta (el producto técnico) ha correspondido a lo demandado.

Sin embargo esta perspectiva que planteamos intenta darle relevancia a la complejidad intrínseca que tiene toda institución, mostrando que cualquier demanda formulada o implícita es un efecto de la trama densa que sostiene a toda institución. Con esto queremos ir mostrando que no hay demanda transparente o inarticulada, sino que en la misma se ramifican múltiples juegos de implicancias, tanto positivas como negativas, de los individuos y de los grupos que componen una institución. Y que por otro lado la formulación de una demanda es también un hecho diferente en la vida ordinaria de una institución, en la medida que la misma muestra que una crisis se está revelando, en tanto deja al descubierto lugares de carencia, objetivos inadecuados, digamos ineficacias varias, y esto muchas veces genera diversas alteraciones por el efecto de ruptura de la completitud imaginaria que construye (y acompaña) a toda institución.

Por eso detenerse a observar y analizar estas relaciones latentes puede aportarle al comunicador elementos valiosos que le pueden posibilitar construir una respuesta (diagnostico o plan) que tenga caminos de inserción institucional mas reales en la medida que se amplia la mirada sobre el campo institucional. Con esta mirada ampliada se pueden visualizar y dilucidar los obstáculos y resistencias, evaluando la consistencia de los mismos en relación a la trama subjetiva latente, a fin de poner en marcha las estrategias más pertinentes.

Si bien responder a la demanda supone la puesta en acto de un saber específico trabajado desde lo técnico, nadie desconoce que un producto técnico no tiene vida propia, sino que el mismo cae o se instala en las redes de las relaciones subjetivas que se traman en toda institución. Digamos algo mas, no hay institución que se pueda situar mas allá, o por fuera de los vínculos subjetivos que los individuos y grupos mantienen entre si y que ambos mantienen con las tareas y normas de la institución.

Es sabido por todos que “el expediente” materialidad finita en el cual se tramita una demanda, soporte y texto que tiene fijado con antelación un recorrido bien preciso, que tiene normatizado sus pasos y sus tiempos, es al mismo tiempo un “objeto” altamente investido, objeto que carga con el amor, el odio o la indiferencia de los individuos y grupos. Con esto queremos resaltar el valor que tiene detectar los investimientos libidinales y fantasmáticos que se ponen en juego en los objetos que tramita cada institución.

Nada hace pensar que el producto del comunicador, un diagnostico, un plan (para nosotros un objeto ofrecido a múltiples condensaciones) no corra la misma suerte que es la de encontrarse con las “vías administrativas” interferidas por los juegos deseantes y la puesta en acto de los fantasmas grupales e individuales.

Valida nuestra consideración inicial, considerar a la intervención del comunicador en la institución como una instancia de pasaje, no solo los límites temporales de la misma, sino la puesta en marcha de un proceso particular, específico, en el cual la presentación en acto de rasgos institucionales deben ser categorizados como verdaderos síntomas, que en la medida que puedan ser trabajados posibilitaran ir descifrando los conflictos nucleares de toda institución.

De esta manera el rasgo-síntoma interfiere en la medida en que no se pueda resituar ciertas posiciones y funciones en la trama vincular, pero si se lo trabaja mediante la interpretación o el esclarecimiento, el síntoma guía, ilumina y revela.

Así considerar a la intervención como instancia de pasaje apunta a plantear los alcances y la profundidad de la misma, que comprende a la especificidad técnica, a la demanda manifiesta, y a captar, analizar y descifrar los rasgos sintomáticos en la medida que los mismos son reveladores de los supuestos fantasmáticos y de los vínculos libidinales que sitúan a los sujetos y sus funciones más allá de lo que fija el ordenamiento conciente (organigrama) de la institución.

De esta manera buscamos abrir un espacio para pensar y tratar lo que podemos llamar el “campo subjetivo institucional”, en el cual todo producto, expediente o plan comunicacional, juega, si se quiere, su destino. Abrir un espacio para mirar de otra manera las interferencias que se producen entre los procesos formalizados (organigrama, normativas, recorridos administrativos mas o menos estereotipados) y el despliegue fantasmático y libidinal de los individuos y grupos de una institución.